Al llegar a Europa (y mas precisamente España), pensé que la gente aquí sería extraña, distinta, como si en vez de cruzar un océano, cruzase una galaxia, porque al fin y al cabo, estaba saliendo de mi zona de confort. Me imaginaba un mundo diferente, con costumbres diferentes, personas que actuaban diferente y que me daría miedo estar allí mas tiempo del necesario. Realmente una parte de mi no quería dejar esa zona de confort, quería quedarse en mi casa, trabajando, con la rutina, con el mal humor, y entonces, llegué a España...
Que sorpresa la mía al conocer a la gente!. Resulta que, en realidad, los humanos somos iguales en todo el mundo. Podemos cambiar, creer diferentes cosas o incluso hablar distintos idiomas. Pero todos lloramos, todos reímos, todos comemos... Viajé al otro lado del mundo esperando encontrarme con seres extraños, y no se imaginan mi sorpresa al encontrarme con humanos tan similares como en el lugar que dejé.
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