jueves, 18 de febrero de 2016

Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos.

Siempre creí que las casualidades son el %90 de nuestras vidas. Vivimos entre casualidades e incluso las decisiones que tomamos son consecuencias de la misma, es por eso que es imposible no preguntarse "¿Qué hubiera pasado si...?"


Hace dos noches había tomado la decisión de no salir del hotel a la noche, el jet-lag, las pocas horas de sueño y el haber salido las noches anteriores estaban haciendo efecto en mi, y sin embargo, por casualidad, miré por la ventana del hotel y vi lo bonita que es Salamanca luego de que el sol se va, por lo que decidí que esa noche si saldría. Nuestro objetivo era visitar la mayor cantidad de bares y pubs en una noche, una especie de "ritual" que parece haber con los visitantes.

La noche avanzó, el frío se hizo mas difícil y era cada vez mas difícil permanecer afuera, por lo que íbamos rápido de un bar a otro. Pero al llegar a un bar con un nombre peculiar, Camelot para los curiosos, sentí que alguien me tocaba el brazo y me giré con curiosidad. Entonces observé que era una chica preguntándome si era "argentino".
Voy a revelarles un secretos a aquellos que no son argentinos ni uruguayos, es un secreto que esta en el código genético del Uruguay... Odiamos que nos comparen con los argentinos. Dejamos en claro que no somos para nada parecidos a los argentinos porque la verdad es muy cruel... En realidad somos muy similares.

Fue por eso que me giré y mientras sonreía y le decía que era uruguayo, le pregunté de donde era y mientras se reía, dijo en un perfecto acento ingles -Manchester- y luego comenzó a preguntarme que hacía aquí, y por que eramos tanta gente. Ya sin importarme el resto del grupo comencé a hablar con ella sobre que hacía en Salamanca, si le gustaba la ciudad, y que me contara mas sobre Manchester.

No recuerdo cuantas horas pasamos charlando, yendo de bar en bar, pero con la misma charla, con las mismas ideas, ella practicando su español, yo practicando mi ingles, parecíamos bailar un vals coordinado. Fue entonces cuando le dije una extraña tradición que teníamos en mi país (Y que, para ser honestos, me la acaba de inventar).

La tradición que me había inventado consistía en que el chico debe acercar sus labios a los de la chica, rozándolos pero sin besarla, con los ojos cerrados. Si la chica decide que quiere besar a ese chico, ella debe iniciar el beso, de lo contrario, solo debe alejarse y darle un beso en cada mejilla. Esta tradición recién inventada trascendería idiomas y barreras culturales, usaba un único idioma mundial; la expresión corporal.

Fue así que bastante nervioso me acerqué a sus labios y me detuve a centímetros, y el viento me hacía temblar mientras el frío parecía calarse hasta mis huesos. Sentí su respiración, también nerviosa, también ingenua, y mientras todo esto pasaba, los segundos se convertían en años... Y los años pasaron a segundos cuando sentí que ella apoyaba sus labios en los míos...

La noche se nos fue, como se van las cosas que duran demasiado poco. Yo me volví a mi hotel, con su nombre y su ciudad, pero sin preguntarle nada mas, Solo nos despedimos con un "Ojala que volvamos a vernos",

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