martes, 1 de noviembre de 2016

Farolas amarillas



Juan se quitó las gafas y se frotó los ojos que le escocían, había pasado otra vez mas de ocho horas delante de una pantalla en la que se dibujaban números y gráficas. Se desperezó y vio que el reloj indicaba que pasaban dos minutos de la cuatro de la madrugada <<Otra vez me quedé demasiado concentrado, espero que estas horas extras me las paguen>> pensó mientras se levantaba y bostezaba sin disimulo. La oficina estaba vacía y se podía escuchar el sonido de las aspiradoras automáticas que recorrían las otras oficinas limpiándolo todo. Por alguna razón Juan se sintió algo desesperanzado por ese cambio, <<una decenas de maquinas automáticas habían reemplazado a varios trabajadores humanos>> pensó mientras abría la puerta al exterior.

Las farolas amarillas bañaban el lugar con una luz que parecía borrar todos los colores, la lluvia caía desde el cielo poco a poco, eran gotas gruesas, pesadas, se tomaban su tiempo para tocar la tierra, el viento había dejado de soplar y la noche parecía hacerse cada vez mas pesada. Un par de coches pasaban a una velocidad prudente, pero parecían mas bien una parte del decorado. Caminó dos calles, dirigiéndose hacia la estación del autobús, mientras suspiraba <<Debería comprarme un coche, uno que me lleve y me traiga, nada lujoso>> pensó mientras observaba la estación del autobús donde habían dos personas encapuchadas sentadas.

Siguió caminando mientras sentía el resonar de las gotas de agua estancadas en la acera contra sus zapatos, mientras que las farolas amarillas seguían iluminando todo el mundo, dejando el lugar como una extraña foto. Bostezó y se rascó la mejilla, pensando en que al llegar a su casa tendría que limpiar, y que quizás no le daría tiempo para poder ver el capitulo de su serie favorita.
Llegó a la estación y se apoyó contra la cartelera que mostraba a una mujer siendo feliz mientras sostenía en su mano un producto comercial, como si eso fuera la respuesta a todos sus problemas. Sacó su móvil y lo observó por primera vez en varias horas, viendo que tenia tan solo dos mensajes, sin embargo, lo que le molestó fue que no tenía cobertura, no se molestaba porque la necesitara, sino porque solía pagar en fecha por una excelente conexión a internet.

Las dos personas encapuchadas se levantaron y caminaron hacia Juan, una parte instintiva le hizo ponerse en tensión, sin embargo siguieron caminando como si nada hubiera pasado <<Me estoy volviendo paranoico>> se dijo a si mismo mientras guardaba el móvil en su bolsillo y miraba hacia la calle deseoso de que el autobús estuviera por llegar. Se sentó en el asiento disponible de la estación y bostezó mientras empezaba a sentir como la fatiga le pasaba factura. Fue al cabo de varios parpadeos, que notó que alguien mas se sentaba a su lado, por su ropa harapienta y su olor a humedad, se dio cuenta de que era un indigente, alguien que debido a la vida, perdió todo, sintió un ramalazo de pena y rabia ante las injusticias que cometía el mundo, pero enseguida se centró en la incomodidad que sentía con esa persona a su lado.
-¿Tiene algo de dinero para comprar algo de cenar?- dijo el indigente con una voz rasposa que parecía indicar un pasado y presente con afición a las bebidas alcohólicas, mientras levantaba la cabeza y miraba a Juan con unos ojos negros con un tizne amarillento. -No, solo tengo el bono del autobús, lo siento- dijo mientras prestaba atención a esos ojos <<¿Hepatitis?, ¿Quizás cáncer?>> pensó mientras volvía a sentir otro brote de rabia contra el mundo. Pasaron los minutos y el autobús no llegaba, mientras la noche parecía hacerse cada vez mas y mas pesada, con las farolas amarillas como diosas mudas de todo el lugar. Observó que el indigente rebuscaba algo en su pantalón y otra vez sintió el cuerpo en tensión ante el imprevisto y la incertidumbre, pero el sujeto solo sacó un cigarrillo a medio fumar, encendiéndolo y dando una calada profunda, como si intentara que ese simple objeto, lo nutriera. Siguió observando con gestos disimulados al hombre, mientras un miedo irracional comenzó a subir por su espina dorsal y se dio cuenta de como estaba reaccionando su cuerpo; Los músculos de ambas piernas estaban contraídos para moverse rápidamente ante cualquier intento, sus ojos entrecerrados y pupilas dilatadas levemente estaban atentos a cualquier cambio en el ambiente y su respiración era superficial, como si incluso el hecho de respirar profundamente le tomara demasiado tiempo.

Luego de varios minutos, o quizás un par de horas, el indigente volvió a meter la mano dentro de un bolsillo, pero esta vez sacando un cuchillo de unos diez centímetros. Su cuerpo se puso en tensión pero no pudo huir, simplemente lo observaba, el mundo se reducía a ese destello metálico, <<parece un rayo de luna solido>> pensó en una arrebato de creatividad, mientras el indigente lo miraba con ojos hambrientos, ya no era un ser humano, era un animal, su instinto decía que debía alimentarse a cualquier precio. -Lo siento... Lo siento... pero tengo tanta, tanta hambre... No recuerdo, no recuerdo cuando fue la ultima vez que comí- dijo el indigente con esa voz rasposa, cargada de un hambre febril.

El indigente tenía hambre, sentía su estomago rugiendo <<No quiero hacerlo, pero no tengo otra opción>> pensó mientras sujetaba el cuchillo con fuerza, esperando que aquel hombre le diera todo el dinero, sin embargo no parecía reaccionar, simplemente lo miraba, como si el miedo lo hubiera paralizado. Entonces volvió a repetir con tono lastimero -Lo siento, señor... De verdad. No recuerdo la ultima vez que comí-. El hombre asintió -Lo entiendo, yo también hace mucho que no me alimento- dijo con voz calmada, mientras sus ojos adquirían una tonalidad amarilla, y el indigente sentía un ardor en su cuello antes de que le temblara el cuerpo y el mundo se sumiera en la oscuridad.

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